15 septiembre 2014

Menos azúcar, más vida

El consumo de azúcar refinada -no injustificadamente llamada el veneno blanco- siempre ha estado vinculado con consecuencias negativas para la salud. Descubra de qué se le inculpa y si es conveniente y posible excluirla de la dieta diaria.



Eve Schaub, su esposo y sus dos hijas de seis y 11 años decidieron dejar de consumir azúcar y cualquier alimento que la tuviese añadida durante un año. Incluso, excluyeron comidas con miel, siropes y otros endulzantes naturales, así como también bebidas con azúcares alcoholes. Lo difícil no fue abstenerse pues, al final, surge la costumbre y el cuerpo se habitúa a los cambios. Lo que no resultó nada fácil fue encontrar alimentos que estuviesen libres de azúcar o edulcorantes: una verdadera odisea en un mundo adicto a los carbohidratos.

La familia de Eve solo se permitía comer, al mes, un dulce con azúcar añadida, y en ocasiones especiales como cumpleaños o fiestas infantiles podían elegir un postre. El resto de los días, durante un año, no consumirían hidratos simples añadidos, salvo que fuese azúcar contenida de forma natural en un alimento, como sucede en el caso de las frutas.

Los resultados se evidenciaron, primero, en el paladar, que experimentó una mayor susceptibilidad a los sabores dulces, mientras que el organismo obtuvo una mayor energía, fuerza y vitalidad, así como también se experimentó cierto rechazo al ingerir dulces. Por su parte, las hijas tuvieron menos inasistencias a la escuela por enfermedad y en general, todos en la familia se sintieron más saludables y activos.

Su experiencia culminó al año, pero no vaya a pensarse que salieron inmediatamente a comer alimentos con azúcar llevados por la ansiedad; todo lo contrario, la difícil aventura que asumieron se tradujo en una nueva conducta de vida, por lo cual no volvieron a comer como antes: los dulces quedaron reservados para ocasiones especiales, no consumen diariamente alimentos que contengan hidratos simples y añaden menos endulzantes.

La experiencia de la familia de Eve está narrada en el libro Year of No Sugar y los testimonios y aprendizajes se leen en la webhttp://eveschaub.com, en la que también se encuentran otros datos de utilidad como un recetario de preparaciones sin azúcar.

¿Puede tomarse esta historia como un referente? ¿Es sano para el organismo erradicar de la dieta diaria el consumo de azúcar refinada? ¿Es eso posible?

La actual recomendación de la Organización Mundial para la Salud (OMS) es que menos de 5 % del total de calorías que consumimos diariamente provenga de azúcares agregados, de acuerdo a su proyecto de directrices sobre la ingesta de azúcares, con miras a reducir los problemas de salud pública como la obesidad y la caries dental en adultos y niños. En un adulto con un índice de masa corporal (IMC) normal ese 5 % señalado equivale a unos 25 gramos al día (aproximadamente seis cucharaditas de café).

"Gran parte de los azúcares que se consumen hoy en día están 'escondidos' en alimentos elaborados que generalmente no se consideran dulces. Por ejemplo, una cucharada de salsa kétchup contiene unos cuatro gramos de azúcar (aproximadamente una cucharadita de café). Una sola lata de refresco endulzado con azúcar contiene cerca de 40 gramos (unas 10 cucharaditas de café) de azúcar", según señala la OMS.

En este sentido, si se fija en la etiqueta de muchos comestibles, notará que la gran mayoría contiene azúcar añadida, así que la tarea de no consumirla no es fácil. No obstante, una reducción en la ingesta es vital, pues hay evidencias de que históricamente la salud comenzó a decaer cuando se introdujeron alimentos refinados y procesados industrialmente, lo cual hizo que aumentaran los índices de enfermedades crónicas y degenerativas.

El efecto de caramelización 

El azúcar de la mesa es la sacarosa y está compuesta de fructosa y glucosa. Cuando la persona come un alimento con azúcar, la glucosa se queda en la sangre. "El aumento en los niveles de azúcar en la sangre provoca un efecto adverso, que se explica por una reacción química llamada glicosilación enzimática, en la cual la glucosa empieza a buscar a qué unirse y se pega a las proteínas; produciéndose luego compuestos llamados productos terminales de la glicosilación avanzada, que se acumulan por años y son irreversibles. Es el mismo efecto de sumergir una manzana en caramelo, esa es la imagen", explica la doctora Margarita Botero, médico especialista en medicina antienvejecimiento y obesidad, quien señala a continuación a qué tipo de proteínas se adhiere el exceso de glucosa y sus consecuencias con el tiempo:
  • Se pega a la hemoglobina que es la proteína que transporta el oxígeno en la sangre.
  • Se pega a las proteínas de los músculos miosina y actina, por lo cual la persona tiene problemas musculares.
  • Se pega a las lipoproteínas que son las proteínas que luego forman la grasa.
  • Se pega al colágeno, que es la proteína de arterias y de piel. Genera arteriopatías, cardiopatías y pérdida de la elasticidad en la piel.
  • Se pega a las proteínas que conforman el cristalino, que es el lente intraocular. Como consecuencia se pierde la visión de lejos o de cerca.
  • Se pega a la mielina, que es la proteína del cerebro. Las neuronas terminan acarameladas y eso produce microinfartos cerebrales a repetición, tan pequeños que se vuelven sumatorios y producen daños en la memoria.

"Con los años se genera ateroesclerosis, disfunción intestinal, neuropatías, arrugas, artritis y un ambiente propicio para que se activen los oncogenes, porque a las células cancerígenas les gusta el ambiente dulce. Además, se ha comprobado que productos finales de la glicosilación avanzada en el cerebro son la segunda causa del Alzheimer", advierte Botero.

Otra consecuencia que señala la especialista es lo que le sucede a los tejidos del organismo por la exposición al exceso de azúcar: "Es lo mismo que le ocurre a la carne cuando la hacemos a la parrilla, se cocina desde su interior y allí inicia su proceso de envejecimiento", ilustra.

Por otra parte, ingerir ciertos alimentos procesados, sin la mayoría de vitaminas y nutrientes originales, significa un gasto energético extra para el cuerpo. Por ejemplo, miles de personas en el mundo padecen diabetes por el agotamiento del páncreas para producir insulina, como consecuencia de una constante sobrecarga de azúcar refinada y carbohidratos refinados. Por todas estas múltiples razones, Botero sentencia que sí debería dejarse de consumir el azúcar blanca refinada.

¿Y por qué no se logra? ¿Qué proceso hormonal y psicológico impide que las personas se desprendan del azúcar?

¿Por qué la adicción por lo dulce?
Existen factores de orden bioquímico, psicológicos y socioculturales que influyen en el desarrollo del gusto por los sabores dulces. El primer contacto con este sabor se da cuando se es bebé y se prueba la leche materna; sin embargo, esta no es la causa inicial para que se genere una adicción.

El doctor Ernesto Rodríguez, médico internista y psiquiatra, especialista en trastornos de la alimentación, señala: "Toda adicción es producto de la conjunción de varios factores tanto psicológicos como fisiológicos. Desde luego, los patrones alimentarios inadecuados a los que nos acostumbran desde pequeños, ricos en carbohidratos y no adecuadamente balanceados en proteínas y grasas, influyen de manera importante como un factor que predispone a la adicción a los mismos. Por otra parte, desde el punto de vista psicológico, es frecuente que ante situaciones de dolor físico o emocional al niño se le ofrezcan dulces para mitigar esos estados, creando en él un patrón conductual específico según el cual ve el dulce como antídoto contra el sufrimiento".

Existe una teoría que fue propuesta en la década de los setenta, por Wurtman y colaboradores, en el departamento de neurociencias del MIT, (Massachusetts Institute of Technology) en Estados Unidos, que explica, desde el punto de vista neurofisiológico, la adicción a los carbohidratos y tiene que ver con un consumo excesivo de los mismos: cuando una persona consume carbohidratos, se estimula la secreción de la insulina -hormona que promueve la utilización de la glucosa por parte de los músculos- así como de una serie de aminoácidos, entre ellos, el triptófano, precursor del neurotransmisor serotonina. Al quedar en exceso el triptófano en la sangre, por mecanismos complejos de regulación y contra regulación, la producción de serotonina a nivel cerebral termina disminuida y esto hace que la persona sienta la necesidad de comer más carbohidratos, estableciéndose así un círculo vicioso, tras el cual siente la necesidad de ingerir mayor cantidad de carbohidratos para tratar de compensar el déficit de serotonina, pero sin lograrlo de forma efectiva.

"Por otra parte, más recientemente, se ha propuesto que el azúcar también puede desencadenar la producción de analgésicos naturales a nivel del sistema nervioso central, parecidos a la morfina (opioides), en cantidades muy pequeñas, con acción analgésica y placentera (esta sería otra teoría que explicaría la adicción a los carbohidratos a nivel neurofisiológico)", destaca Rodríguez.

Por último, desde el punto de vista emocional, la asociación del dulce con lo placentero también influye en que, muchas veces, se trate de sustituir carencias afectivas con la ingesta de carbohidratos, lo cual no solo no logra el objetivo de llenar los vacíos afectivos, sino que, a la larga trae consecuencias nocivas para la salud como enfermedades cardiovasculares, síndrome metabólico y diabetes en la persona predispuesta físicamente a esas patologías.

Reeducar desde la infancia 

Lo importante es que sí es posible reducir la cantidad de azúcar que se consume. El proceso comienza en casa, desde la compra de alimentos y en la familia, porque los padres son quienes enseñan a los niños a conocer el sabor dulce. De hecho, muchas fórmulas alimenticias que se añaden a los teteros contienen una gran cantidad de azúcar refinada. Ese es el comienzo de una cadena de errores.

"Desde el embarazo, durante la maternidad, el consumo de azúcar blanca debería estar terminantemente prohibido y los obstetras deben enfatizarlo a sus pacientes. Adquirir una diabetes gestacionales gravísimo para la madre y el feto, con consecuencias para ambos muy delicadas; el embarazo no es el momento para hacer dietas restrictivas, pero mucho menos para encontrar en él la disculpa para enloquecernos por la ingesta de azúcar".

"Luego, en la primera infancia, se genera una adicción, ya que, una vez que los alimentos dulces en extremo son probados, quedan grabados en el paladar del niño para siempre. Un niño promedio americano consume al año 10 kilos en dulces, 500 botellas de refresco y 200 chicles, esto es escalofriante", subraya Botero.

Es importante enseñar a los niños a consumir frutas en su forma original, no tanto en jugos licuados porque se emplean más cantidades de frutas, pierden la fibra y, generalmente, les añaden azúcar. También volver a las compotas caseras con la fruta triturada. Y para endulzar, Botero recomienda utilizar los endulzantes hechos con la planta stevia, que no produce aumento de la insulina y endulza más que el azúcar.

Puede comenzarse por no comprar alimentos con calorías vacías, que no aportan nutrientes. Cuando el ser humano vuelva a cocinar más sus alimentos en casa, use la lonchera para llevarlos a sus lugares de trabajo y acuda menos a sitios de comida rápida, se alimentará más sano. Reducir el azúcar es una decisión de cómo vivir la vida. Al final, cada quien elige, como lo hizo Eve y su familia. 

Fuente: Estampas / Yubelitze Angarita

0 comentarios:

Publicar un comentario